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Nos enseñaron a competir, a buscar el éxito en lo material y que hay que trabajar duro para lograr nuestros objetivos. En eso hay mucho más de «hacer» que de » ser»

¿Qué te mueve como ser humano? ¿que prioridades tienes? ¿eres feliz en lo que haces o solo estás cumpliendo para poder vivir y pagar tus cuentas? No es simple la ecuación ya que todos debemos trabajar para poder vivir, la magia está en encontrar eso que llene tu corazón, que sea sustentable y que te permita «ser» más que «hacer». ¿Parece que con esto se pone aun más difícil lograrlo no?.

La vida pasa tan rápido, no te das ni cuenta  cuando tus padres ya están muy viejitos, tus hijos muy grandes o ya no fuiste lo que soñabas en tu niñez.  Finalmente lo único que importa es que en la construcción de tu vida hayas tenido el suficiente tiempo de regalonearte, de estar con los que quieres, de decir lo importante, de hacer lo que prometiste a los que amas y de disfrutar de las cosas simples, esas que se quedan en el corazón. ¿Ejemplos? como las vacaciones todos juntos, las risas cuando pasó algo divertido en la casa, ver una película juntos o tener actividades que te hagan sentir cómplice de los que amas.

Pensar en todas aquellas personas a las que les robamos una sonrisa. Quedarnos con las buenas cosas que nos rodean, un gracias, un te quiero o un abrazo apretado.  Agradece siempre, siempre hay algo bueno pero la mente nos deja atrapados en eso que no resultó, lo que no funcionó o el mal rato que pasaste. Suelta.

Te has preguntado ¿cuál es tu motor de vida? Tu Ikigai como llaman los japoneses.

Para practicar esta filosofía ellos recomiendan hacerse a uno mismo cuatro preguntas:

¿Qué amas?, ¿en qué eres bueno?, ¿qué necesita el mundo de tí? y ¿qué puedes hacer para que esto signifique una retribución económica?

Encontrar las respuestas a estas preguntas puede hacer de nuestras vidas más llevaderas y felices, siempre que haya un equilibrio entre las áreas.

Los recuerdos de nuestros hijos como su primera comida o las memorias de cada uno de nosotros: cuando entramos a estudiar y lo que soñábamos, el primer trabajo, el primer amor, la familia. La primera vez que venciste un miedo, cuando por primera vez pusiste límites, cuando entendiste cuánto vales y que no necesitas el reconocimiento de nadie más que de tí.

Cada uno es un universo y la principal aprobación que podemos recibir es la propia, tener conciencia de que lo que hacemos y lo que entregamos es lo mejor que podemos dar.

Dedicar tiempo a la familia, a los amigos, las relaciones con la comunidad y la tranquilidad mental, son aspectos de la vida que no debemos descuidar.

Al final de nuestros días lo que quedará es nuestra historia, son los sentimientos, los aprendizajes y las experiencias simples vividas con los que quieres.

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