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Por Octavio Silva

Luego de una rápida pasada por India -de la que ya hablaremos-, donde el budismo impregna gratamente a toda la sociedad, nos adentramos en otro país de Asía: Bután.

Desde el avión se puede ver la cima del Everest y la punta del Kanchenjunga, la tercera montaña más alta del mundo, lo que hacen aumentar nuestras expectativas de llegar a este pueblo aislado en las montañas.

El ingreso a Paro, cuidad donde se encuentra el único aeropuerto de Bután, lo hacemos volando y serpenteando entre cerros que se ven extremadamente cerca de las alas por ambos lados; en una inquietante confirmación de que acá, las cosas serán diferentes.

Los butaneses nos reciben cordiales, con sus atuendos típicos tan extraños para nosotros y maravillosos al mismo tiempo. La arquitectura también nos sorprende, ya que aquí por ley se debe mantener unificada, lo que se agradece en cada momento.

Nuestras guías, siempre sonrientes, nos dan la bienvenida. Para ingresar a Bután se debe hacer a través de una agencia de viajes, son ellos los encargados de tramitar la visa, reservar los hoteles y si así lo quieres, también los pasajes aéreos en la única línea aérea del país: Royal Buthan Airlines (Drukair). En nuestro caso lo hicimos con Dzom Travell Agency.

La razón de tanto control, es para evitar que Bután se sature. De esta forma llevan un control que les permite preservan sus tradiciones, puesto que la llegada de miles de turistas, sin duda, harían colapsar la infraestructura.

En términos arquitectura, también por ley, todos los edificios y casas deben tener el arte tradicional de Bután, que consiste en pinturas en los balcones y ventanas, principalmente. Además, ningún edificio puede superar los 6 pisos.

El turismo es la segunda fuente de ingreso en el país. La primera es la energía hidroeléctrica. ¡Sí, también nos impactamos!, pero no vimos hasta ahora, ninguna represa. Nos consoló la idea de que la legislación de Bután indica que el 70% del país debe tener bosques, actualmente tienen el 72%. En el paisaje se aprecian robles y bosque nativo, además de muchos pinos y rododendros, ambas especies son muy usadas en la construcción y calefacción.

En la sociedad de Bután, no es lo más común que las mujeres trabajen, ya que son el eje central de la familia. Son ellas, las que eventualmente deben hacerse cargo de la casa, de sus padres y trabajar en los cultivos que casi todas las familias tienen. Un detalle interesante es que el marido es quien se va a vivir con la mujer a la casa de sus padres; propiedad que ella heredará una vez que sus padres ya no estén.

Un porcentaje cercano al 20% de la población trabaja para el Estado. Y en general, son los trabajos más apetecidos, por el tipo de vacaciones y las buenas pensiones. Profesores, agentes de turismo y agricultura, doctores, policías y un largo etcétera emergen del Estado.

La edad de jubilación es entre los 56 y 58 años. Aquí en Bután la esperanza de vida es sólo de 68 años, aunque ha subido en el último tiempo. ¿La causa?, nos comentan que podría ser el exceso de arroz y papas, principal alimento de la zona.

Bután es un país extremadamente tranquilo, seguro, amigable. Y si bien quieren mantenerlo así, ya comienzan a notarse las influencias externas: la Coca Cola, la música en inglés, la comida chatarra, el tráfico, los gimnasios y los hoteles 5 estrellas, sólo por nombrar algunas.

Y es que recién en 1974, para la coronación del cuarto rey, invitaron a las primeras delegaciones. En 1997, pusieron el primer semáforo en Thimbu, que duró sólo 24 horas, porque la gente se estresaba con el. Nunca más han vuelto a instalar uno.

Todo lo anterior describe superfluamente la vida en este país, pero lo que realmente los envuelve y cruza por todos lados es el Budismo. Definir a Bután es hablar de Budismo, su filosofía impregna cada aspecto de su vida.

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